portafolio de Jose Borrás

Pequeña biografía: fronteras geopolíticas y fronteras emocionales

Nací en un pequeño pueblo de Tarragona, pero mi infancia transcurrió en Ceuta; una infancia y parte de la adolescencia, entre urbana y rural, de espaldas al espacio militar. Tuve la suerte de vivir un mundo diverso, de culturas diferentes, con unas desigualdades y dominios que fui reconociendo. Lo importante fueron los amigos de la calle, un cercano mar de orillas contrapuestas, el paisaje del Estrecho y el tráfico que llegaba al puerto, los viajes por Marruecos, que se alargaban con la edad y una autonomía incipiente.
Un largo y lejano internado, en la Cataluña de mis padres, rompió esa identidad que se estaba formando. Sólo los deseados meses del verano interrumpían la tristeza de aquellos muros, posibilitando una cierta recuperación del paisaje añorado, que la fotografía y luego las bobinas de 8mm permitieron retener en una suma de imágenes. Entre ellas, los cafetines con olor a yerbabuena, el perecedero revoloteo de los Saris femeninos, cuando soplaba el Poniente, o el viejo fuerte de la guerra de Marruecos vigilando a La Mujer Muerta (Yebel Musa), allí donde las fronteras acabaron imponiéndose….
Los primeros años de Universidad, en la madrileña Facultad de Políticas y Económicas, trajeron la avidez de conocimiento, el descubrimiento de nuevas lecturas, el teatro visto y representado en el ámbito universitario, el censurado cine comercial, pero también los pases en la Filmoteca y en los cineclubs. La vivencia de una libertad relativa hacía más intolerables sus duros límites. La actividad política acabó desplazando otras ocupaciones. Detenido y expulsado de la Universidad pude huir a Francia. Un exilio no querido acabó resultando fructífero y no sólo por el aprendizaje de otro idioma y la inmersión en nuevas diferencias culturales. Después de acabar mi licenciatura en Lovaina, obtuve en París una beca para el doctorado en historia social. La investigación y la docencia universitaria absorberían desde entones la mayor parte de mi actividad.

El regreso a España, tras la ausencia total de nueve años, no podía ser fácil. La integración requiere tiempo, pero la mirada se hace más distante y analítica, a la vez que más flexible. Pude volver a la docencia, como profesor de historia contemporánea, primero en la formación de maestros y luego en la Facultad de Geografía e Historia. Fueron años de cambios importantes, tanto profesionales como personales. Dejé mi primera línea de investigación, centrada en nuestra última guerra civil (vista desde Francia). La enseñanza a futuros maestros me indujo a interesarme por la historia de la infancia, un tema ya desarrollado en Francia y ausente aquí. Al mismo tiempo me orienté hacia una historia más cultural y antropológica, con presencia de los sujetos, en la que tenían cabida sentimientos y representaciones. Me interesé por las fuentes orales y la iconografía. La fotografía, apenas usada todavía por los historiadores, me interesó no sólo como index, también porque permite el acceso a la construcción de las subjetividades, a las expresiones metafóricas y simbólicas, a la difusión de arquetipos y modelos sociales.
En esos años recuperé mi propia práctica fotográfica. He sido autodidacta, salvo en el seguimiento de breves cursos. Años, finalmente, de madurez, de cambios que se expresan en algunas de mis fotografías. Con una de ellas (realizada en una de las salas de exposición de la Maison Européenne de la Photographie ) me siento especialmente identificado porque sugiere un estado interior sin fronteras emocionales, en el que el adulto y el niño no se disocian, y lo masculino convive con lo femenino.

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