Cada tarde, y a la hora en que hace tristeza,
vengo a la sombra de las penas a esperarme.
Mucho tiempo, igual que el polvo, me cae sobre los hombros.
Me quedo tan largamente mirando el camino que,
a lo lejos, veo que no viene nadie,
que todavía, no vengo.
Y así, otra tarde.
Mañana, volveré. Tal vez.
De nuevo, hará mucha soledad,
y nadie habrá en el sendero.

(Jesús Tomé)